Cuando uno de los hombres tosió con la evidente intención de reprimir una risa, Joe tomó a Demi por un codo y se encaminó con ella hacia la casa. —El espectáculo ha terminado, chicos. Volved al trabajo. Quiero que traigáis aquí el rebaño de Widow’s Ridge. Tú ven conmigo, Brad. Unos momentos después entraban en el despacho. Demi había visto otros muy parecidos durante a lo largo de su vida. El cuero y la madera dominaban un ambiente claramente masculino y, sin necesidad de mirar, supo que los libros de las estanterías eran sobre la industria del ganado y la cría de caballos. En una repisa, junto al típico reloj antiguo, había una pequeña urna de cristal; el magnífico collar de diamantes que había dentro brillaba bajo los rayos del sol del atardecer. Demi se sentó en la silla que había libre junto a la que había ocupado el capataz y trató de olvidar el collar. La vida de Jonas no era asunto suyo, y lo que eligiera para decorar su despacho carecía de importancia. De todos modos, aquella joya parecía fuera de lugar en una habitación tan masculina. Joe dejó su sombrero en un gancho que había junto a la puerta y ocupó su asiento tras el escritorio. Miró a la mujer que se hallaba sentada frente a él. Le estaba costando asimilar lo que había pasado cuando la había acompañado hasta la casa. El contacto con ella le había producido la misma descarga que si hubiera agarrado un cable suelto de la electricidad. Si había tenido aquella reacción simplemente con tocarle el codo, ¿qué …
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